Disponible el último número de la Revista Orar. En este primer número del año os proponemos la aventura de ser excursionistas de la vida, recorriendo caminos de contemplación.
Caminos de contemplación
La contemplación no es un privilegio de unos pocos; todos llevamos la semilla de la contemplación en nuestras entrañas. Afortunadamente no la hemos perdido; ni la enfermedad de la rutina, ni la conciencia aislada, ni las prisas, ni la indiferencia han podido borrarla. Tenemos ojos para ver, oídos para oír. Podemos entrar en la advertencia amorosa, en esa mirada simple que nos predispone para percibir la presencia de Dios en nosotros y en todo. Podemos descubrir la capacidad simbólica y evocadora que tiene la vida.
El Espíritu Santo, que siempre se acerca a nosotros con pasos de amigo, nos invita a entrar dentro, a ese lugar donde volvemos a ser engendrados, gestados y dados a luz. Contemplar es dejarse nacer en cada instante… entrar en las entrañas de Dios. En realidad, nadie está fuera de las entrañas de Dios.
Sabiendo que la contemplación no es algo postizo, sino algo entrañablemente nuestro, os invitamos a realizar cada día ejercicios de contemplación, cultivar gestos y actitudes de atención amorosa. ¡Qué alegría poder acercarnos a nuestra interioridad, que es adonde tenemos que llegar! ¡Qué grandeza descubrir dentro de nosotros a Dios, que tanto nos ama! ¡Qué belleza dejarnos sorprender por un corazón hecho para amar, vestido con el traje de la fraternidad!
No pensemos en grandes cosas. La contemplación la vivimos en los pequeños detalles del día a día. Recuerdo a mi padre; con qué emoción nos contaba su experiencia de Dios en las noches que pasaba regando el huerto. El silencio unido al sonido del agua, la noche iluminada por la luna, la alegría de regar las plantas para que tuvieran vida, la soledad tan acompañada… eran su forma de contemplar a Dios, de empaparse del misterio abrazador de Dios.
Y no tengamos miedo. La quietud de la contemplación, que nos prepara para recibir el don de Dios en abundancia, está muy cerca del esfuerzo por servir y dar a otros el don que hemos recibido gratuitamente. La contemplación no está al margen de la historia. La vivencia contemplativa busca los ojos deseados del Amado, pero lleva también el rostro de la realidad que nos habita y circunda. La contemplación nos hace ser lo que somos: humanos, amigos, hermanos.