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Ya disponible el último número de la Revista Orar

Disponible el último número de la Revista Orar. En esta edición, encontrarás las claves para preparar un buen Adviento. Camino que consiste en vivir estas fechas con María, con José y al ritmo de la Palabra del Evangelio resonando en nosotros cada día, hasta llegada del Jesucristo.

Adviento ¡Hágase tu palabra! 

Un abrazo entrañable para cada uno de vosotros. Y, al daros el abrazo, abrazamos vuestra vida concreta, el don de la fe que habéis recibido de Dios, vuestro caminar alegre como discípulos de Jesús en medio de la Iglesia, vuestra danza solidaria y misionera como oferta gratuita para nuestro mundo. Sentimos que la oración de cada uno, alentada por el Espíritu, es una experiencia común de atención amorosa al Dios que viene, de alabanza y amor al Dios que nos ama, de servicio comunitario a todos empezando por los que están cerca. El Espíritu Santo nos regala el tiempo y la experiencia del Adviento para que lo saboreemos despacio; él llena de esperanza todo tiempo difícil, nos invita a ser peregrinos con la señal de la esperanza en los ojos, amplía nuestra mente y nuestro corazón para percibir los deseos de los pobres. Renovemos la atención, el anhelo, la sensibilidad y la delicadeza para acoger y ser acogidos en el corazón de Dios. Jesús es nuestra esperanza. ¡Marana Tha! ¡Ven, Señor, Jesús! Venimos de lejos, cada uno sabe cuánto de lejos, y lo primero que deseamos es ver a quien queremos, «es conocer y gozar los profundos secretos y misterios de la Encarnación» (San Juan de la Cruz). Aparece el amor y huyen las sombras. Brota el contento. Resuena la Palabra. El don es tan grande que el miedo se ausenta. La sorpresa del amor vuelve al corazón agradecido. El don es de Dios, se instala la paz, surgen los cantares, la gloria.

Hágase, aquí estoy. En el corazón del Adviento resplandece María. Con ella aprendemos a decir sí al misterio, se despierta nuestra identidad cristiana.

«Madre del Verbo, dime tu misterio.

Desde el instante de la Encarnación,

dime cómo pasaste por la tierra

sumergida en constante adoración.

Envuelta en una paz indescriptible,

misterioso silencio en derredor,

en el Ser insondable penetraste,

mientras llevaste en ti «el don de Dios»».

Santa Isabel de la Trinidad.

El Adviento nos invita a entrar en los planes de Dios, porque nadie nos ama como él, ni siquiera nosotros mismos. ¡Qué bien nos lo enseña san José! Basta mirarle para encontrarnos con su mirada de fe. El «hágase» de María se convierte en él en «hizo lo que le había mandado el Señor». José sabe oír y escuchar. José entra en el misterio, va más allá del cumplimiento de la ley; da testimonio de la virginidad de María, de la acción gratuita de Dios. En José se perfila el hombre nuevo, que mira con fe y valentía el futuro, que no sigue su propio proyecto sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de aquel que realiza las profecías y abre el tiempo de la salvación. El Adviento es joven, nunca se agota. Con la Iglesia ponemos la mirada en todos los jóvenes del mundo. ¡En ellos aprendemos tantas cosas del Espíritu! Que sus proyectos de vida y de alcanzar felicidad nunca se agoten, que se mantengan abiertos a los grandes sueños, que vean las cosas más hermosas y profundas y las conserven siempre en su corazón libre.

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