“Cuanto más viejo se hace uno, tanto más crece en él la inclinación a agradecer. Ante todo, agradecimiento hacia arriba. Ahora, más de lo que nunca hubiera sido posible anteriormente, la vida se recibe como un don gratuito, y cada hora que se vive se recibe como un regalo sorprendente, con las manos extendidas en agradecimiento.
Después, agradecimiento una y otra vez a cada uno de los prójimos, aunque ellos no hayan hecho nada particular por uno. ¿Por qué, pues? Porque, cuando me encontró, me encontró realmente; porque abrió los ojos y no me confundió con ningún otro; porque abrió sus orejas y aceptó confiadamente lo que yo le decía; y porque abrió aquello a lo que realmente uno se dirigía: el corazón que estaba cerrado…
Las gracias que aquí doy a todos no las doy a una totalidad, sino a cada uno en particular” (Martín Buber).
Valoraciones
No hay valoraciones aún.