Estamos en un momento de autenticidad y compromiso, y se necesitan modelos concretos que hayan encarnado el estilo de Jesucristo plasmado en las Bienaventuranzas del Reino, que sean capaces de cuestionar la vida y seducir corazones.
Es válido y enriquecedor volver nuestra mirada a Catalina de Siena: una mujer que hizo época, que vivió con audacia los signos de los tiempos y su vocación, y que supo plasmar como mujer íntegra las exigencias del Evangelio, al tiempo que se comprometía en la transformación de la Iglesia y de la sociedad.
Difícilmente haya habido alguien que con tanta clarividencia haya podido escrutar el entramado de la “nave de Pedro” y de la sociedad y alzar su voz reclamando coherencia, denunciando el pecado personal e institucional y anunciando la urgencia de una vuelta a Jesucristo Redentor de la humanidad. Pero no olvidemos que todo eso pudo ser porque estaba animada por un apasionado amor a Jesucristo y a su Cuerpo, que es la Iglesia, por eso ha pasado a la historia por su amor a la Iglesia, por la que ofreció su vida.
Catalina de Siena puede darnos la clave de lectura y de acción a la hora de emprender la tarea de la “nueva evangelización” con la que queremos dar credibilidad a la Iglesia, devolver a su mensaje el contenido fundamental del Evangelio y mostrar a todos los hombres su rostro misericordioso y maternal.
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