Somos cristianos por la gracia de Dios. Nuestra fe es un don, es un regalo que nos hace el Señor para vivir con un corazón lleno de amor y siempre guiados por el Espíritu Santo. Sí, la fe es un regalo y cuando nos encontramos con Jesús y creemos en Él, entonces empiezas a vivir de Él y para Él y cada día es un encuentro y un crecimiento en la relación íntima y personal con Cristo. ¿Cómo llevamos este camino? Pues alimentándonos de la palabra cada día y gracias al Espíritu Santo. Desde nuestra libertad se nos invita a dejarnos guiar por Él, y poner nuestras vidas en sus manos. Alimentarnos de la palabra nos ayuda a perseverar en la fe. Y así, cada día con la confianza puesta en el Señor, dejemos que nos lleve por nuestro camino de la vida. Pidamos que nos ayude a perseverar en la fe para que día a día crezcamos más en el camino de unión con Cristo.
Si vivimos así nuestra fe, entonces la vivimos fundamentada en la gracia, la gratitud. ¿Qué quiero decir con ello? Pues que todo nos es regalado. La vida es un río de acontecimientos buenos y malos pero con la fuerza del Espíritu y la certeza de la Salvación, no debemos nunca desfallecer ni dudar. La alegría de ser cristiano consiste en eso, en la certeza de que somos hijos de Dios, de que vivimos en Cristo.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados“ (1Jn 4,7-10).
Jesús vino a salvarnos, a asumir todos nuestros pecados. Por naturaleza, la humanidad es pecadora y Jesús nos quiere con nuestras limitaciones y pobrezas. Se ha vivido largo tiempo un cristianismo del temor, de la culpabilidad, del hacer mucho para ser perdonado, para ganar el cielo. Esta manera de vivir la fe se hace insoportable ya que basamos nuestro creer en Dios en obligaciones, y miedos y apartamos la gracia, sobre todo, porque nos centramos en nuestro esfuerzo por salvarnos a nosotros mismos. Fundamentar nuestro camino de fe en la gratuidad, en la gracia es abandonarse a la voluntad Dios, es volverse niños, pobres de espíritu para dejarse hacer sabiendo que vamos de la mano del Señor.
“El hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús “(Gál 2,16). Comprender cómo nos ama Dios, es comprender que nos ama como Padre, y que nos acoge siempre en cualquier situación. ¿Qué ocurre si vivimos una fe basada en la perfección para nuestra salvación? Vivir la fe así es una carga insostenible. Llevar nuestros pecados sin entregarlos al Señor es imposible. Debemos reconocer nuestras pobrezas y debilidades y saber que el Señor nos ha creado así. Vivir un cristianismo basado en la gratitud, la gracia, es reconocer que que si caemos, Cristo está a nuestro lado, no para dejarnos ahí sino para levantarnos y seguir caminando hacia Él. Y quiero citar el Salmo 36: “El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos; si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano.”
Cristo nos lo dice y nos invita a dejar todo en Él, a caminar sabiendo que vamos de su mano. Y no nos exige nada. Solo amarle y dejarse hacer. Para ello, demos gracias todos los días por lo bueno que nos da, pero también por el dolor que podamos sentir porque todo está en su plan. Y solo desde nuestra libertad, si nos dejamos hacer, Él irá moldeando nuestros caminos, regalándonos dones para ser sus instrumentos, y con nuestra pequeña luz, iluminar de su amor a los que no le conocen. Alabemos siempre, alabemos al Señor a todas horas.
“Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe”(1 Jn 4, 19-5). Sus mandamientos son de amor, y con la base del amor entonces, de obligación pasan a ser gratitud.
Como humanos no somos perfectos, querer serlo es el error que nos conduce a las culpabilidades, a caernos y quedarnos muchas veces derrumbados por el peso de nuestras acciones. Y también por el miedo al castigo. Cristo quiere que nos acerquemos siempre, y poco a poco, con la gracia del Espíritu Santo, vamos teniendo purificaciones espirituales que nos conducen a una mayor unión con Él. Escucha, ora y deja que siempre el Señor vaya por delante. Solo así podemos comprender el perdón, solo así por la gracia del Señor podemos perdonar y sobre todo perdonarnos. Solo así podremos avanzar en nuestro camino espiritual cimentado en la escucha atenta del Señor, la humildad y el servicio.
Acerca de Cristina Martínez Segura
Cristina Martínez Segura, es profesora superior de piano, estudios realizados en el conservatorio de Valencia y licenciada en derecho por la Universidad de Valencia. Durante 12 años fue profesora de piano de conservatorio y posteriormente decidió volver al derecho. Actualmente tiene una empresa y es asesora en nuevas tecnologías y profesora de protección de datos y privacidad en entidades públicas.
En el terreno espiritual ha publicado su primer libro con la Editorial Monte Carmelo, colabora en su blog y escribe pequeñas oraciones diarias. Asimismo ha formado un grupo de oración llamado Betania.
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